¿Para qué sirve la escuela? (Grupo 7-9 años)

Damos por iniciado el taller: ¿Inventamos la realidad? con el grupo de 7 a 9 años. Para iniciarlo nos preguntamos por el colegio, aprovechando el inicio de curso.

Fue una sesión de lo más divertida, nos reímos muchísimo y aprendimos sobre la importancia de la escuela como una herramienta de aprendizaje para nuestro futuro

(Se redactará el resumen de la cuestión)

En primer lugar nos preguntamos sobre para qué sirve el colegio. La idea estaba clara, EL COLEGIO SIRVE PARA APRENDER, pero empieza el problema, solo sirve para eso si lo que quieres es aprender, pero también sirve para muchas otras cosas, como para jugar, hacer amigos, y a veces hasta para pelearte con otro niños. Hay niños que van al colegio y no quieren aprender, por lo tanto, para esos niños, el colegio sería un castigo. El colegio, por lo tanto, no solo sirve para aprender, sino también para ser castigado.

¿Qué hay en la escuela para que se quiera aprender o que una persona se sienta castigada por ir? Pues hay profesores, otros niños y niñas, pistas de fútbol,… Y los profesores a veces no son buenos, y los niños tampoco. En todos los colegios debería haber un volcán en funcionamiento para que cuando un niño o una niña haga algo que no está bien, tirarlo. O mejor, tirar a todos los niños y niñas al volcán y así no habría colegio. Si yo fuera profesor/a, lo haría, los que no se porten mal y no dejen dar la clase, a lanzarlo por el volcán.
Pero, ¿Y si fueses tú ese niño/a que no se porta bien? ¿te gustaría que te lanzase? En ese caso, se llega a la conclusión que, lo mejor es enseñar el respeto, para que en la escuela haya armonía, y todos y todas estén a gusto con todos y todas. Profesores y alumnos.

Ese enseñar, viene por parte del profesorado, pero imaginaros que no hay profesores en el colegio, que no existen los profesores. ¿Cómo sería entonces ese colegio? Todos se matarían, unos con otros, siempre pelearían. Aunque también está la solución de hablar, pero cuando se está en una pelea, no se piensa en hablar, se piensa en ser más fuerte. No puede haber colegio sin profesor, sería divertido, por supuesto, porque se podría hacer de todo, lo que cada uno quiera, sin normas, sin castigos,… entonces no serviría de nada ir, te quedarías todo el día jugando a la nintendo en casa. Aunque no se podría jugar, porque no sabes leer, ¿Cómo vas a jugar?

Se abre un subdebate sobre la importancia de la lectura y videojuegos. Llegando a la conclusión que sin profesores no podrías aprender. Y el pilar más importante es aprender para ser una persona con conocimientos, saber leer y jugar a la consola, sobre todo a los juegos que necesitan ser leídos.

Estuvimos hablando sobre cómo sería una escuela en el que si los profesores fuesen gatos, qué aprenderíamos, y la idea quedó clara. Aprenderíamos a cazar, trepar, dormir en sitios peligrosos y a vivir sin preocupación, aunque siendo muy selectivo a la hora de comer pues cazaríamos los mejores ratones.

¿Y si nuestros profesores fuesen robots? ¿Qué aprenderíamos? Esta pregunta parece sencilla, pero fue la más difícil, no sabían si los robots podían enseñar respeto, si podían enseñar libertad, amor, amistad… solo enseñarían cosas prácticas para el día a día, como leer, sumar, restar,… pero no hablar correctamente (sino a hablar como un robot) no a pensar correctamente, y posiblemente, para los robots, todo está bien, por lo tanto no aprenderíamos de los errores.

Así finaliza la sesión, quedándonos con la idea que la escuela es necesaria, es real y la necesitamos para crear individuos libres, respetuosos e inteligentes, porque:

La escuela es como la tierra donde se planta la semilla, si no se riega bien, no germinará y no nacerán buenos frutos, si se riega con agua de calidad, nacerán los frutos que hacen que las cosas sean mejores. 

Educación, ¿fin del populismo?

Tras varias semanas desde el asalto al Capitolio por una minoría que no ha querido aceptar el resultado electoral, por el cual han votado millones de personas, hay varios aspectos que nos han contrariado.

Como ciudadanos todos tenemos el derecho de manifestarnos e incluso de comenzar una revolución si disponemos de la fuerza necesaria. Pero, ¿es legítimo un asalto que humilla a la mayoría del voto americano? ¿Cuándo se deberían censurar ciertos discursos? ¿Reside la responsabilidad en la población o en aquellos que los formulan? Cabe preguntarnos cómo nos sentiríamos si fuésemos un votante conservador estadounidense y nuestra imagen fuese diezmada a los que acudieron al Capitolio. Quizás sentiríamos impotencia por cómo nuestras ideas son representadas irrespetuosamente por una minoría; cómo estos las machacan y reducen a un común denominador para protegerse a sí mismos de una realidad inminente; y creo que nos sentiríamos desolados al ver todo aquello en lo que hemos creído y con lo que hemos crecido reducido a un burdo asalto.

Obviamente, como participantes de un sistema democrático en el que existe cierta libertad de expresión no debemos censurar ciertos discursos, pero sí debemos juzgar aquellos actos que insultan a la mayoría e intentan coartar su libertad de expresión. La polarización que cada vez sufren más países democráticos como EEUU o incluso España, es fruto del populismo y la generalizada falta de interés por el compromiso político-social. Y estos solo pueden ser frenados si cambiamos la base de la cual partimos todos los ciudadanos: la educación.

Si forjásemos nuestra sociedad en una educación que nos enseñase cómo funciona el sistema y cómo podemos protegernos de él mediante un espíritu crítico, el populismo y el constante miedo de los ciudadanos a ser engañados por una ideología demasiado avariciosa con sus propios intereses caería por su propio peso; ya que esto crearía cierta defensa crítica que no nos llevaría a respaldarnos en teorías conspirativas, ni a dejarnos arrastrar por las masas, sino que confiaríamos plenamente en nuestra razón. Por consecuente, no solo hablaríamos de acabar con el populismo, sino de crear ciudadanos lo suficientemente capacitados para interesarse (e incluso participar) en crear un compromiso social que hasta pueda llevarlos a participar en actividades políticas. De forma que todos estarían interesados en llegar a acuerdos sociales que les beneficiasen, no solo a ellos, sino también a sus vecinos.

Definitivamente, una base educativa sólida acabaría con las técnicas populistas. Ya que una población que cuente con el suficiente compromiso social, no se dejaría manipular por un líder al que algún día creyeron inconscientemente, arrastrados por las masas y palabras vacías, porque nunca creerían ciegamente en nadie. Nunca se revelaría contra la elección mayoritaria de sus vecinos a pesar de su desacuerdo con estos; simplemente aceptaría la decisión de la mayoría, se apartaría para analizar el transcurso de los años con cierto espíritu crítico… y quizás aprovecharía las próximas elecciones para velar por el bienestar social a su manera.

¿Podría una educación sólida en valores cívicos acabar con el populismo, o más bien se trataría de una utopía más?

Mesa redonda: Filosofía y educación

ESPECIAL DÍA MUNDIAL DE LA FILOSOFÍA


AUDIO/VIDEO

La filosofía genera un crecimiento en diversos aspectos del desarrollo personal. Lo cognitivo, lo moral y la actitud por la admiración de la realidad ayudan a los ciudadanos a convertirse en sujetos morales, responsables y mejores preparados para la vida democrática.

Sirve para pensar lo que pensamos, para no formar parte de la minoría de edad. Para luchar con las emociones irracionales, supersticiones o creencias dogmáticas.

Las humanidades y la filosofía sufren desde los últimos años un gran desmantelamiento por parte del sistema educativo.

¿Qué tiene la filosofía para que se encuentre en continuo conflicto con los planes educativos actuales?

¿Qué otras asignaturas del plan educativo potencian el pensar crítico y racional?

¿Importa la filosofía en la educación desde edades tempranas?

¿Qué papel le cabe a la filosofía en la formación de ciudadanos?


Invitados mesa redonda:

Félix Garcia Moriyón: Doctor en filosofía por la UCM. En estos momentos es profesor honorario del Dpto. de Didácticas Específicas de la UAM. Colabora en diversas publicaciones nacionales y extranjeras centradas en la filosofía y la educación, con especial énfasis en filosofía práctica (moral y política) y en enseñanza de la filosofía. Autor de más de treinta libros y de numerosos artículos. Coordina un grupo de trabajo centrado en la resolución de problemas morales www.niaia.es

Ángel Vallejo: Profesor de Filosofía en secundaria. Miembro de la Comisión de secundaria de la REF. Miembro de la Societat de Filosofia del País Valencià y representante de la Asamblea del Profesorado de Filosofía del País Valencià. Redactor en la revista de cine encadenados.

Victor Bermúdez: Profesor de filosofía en el IES “Santa Eulalia” de Mérida. Ha publicado artículos y algún libro de didáctica de la filosofía. Es también miembro de la comisión de educación de la REF, vicepresidente de la Asociación de Filosofía para Niños de Extremadura, así como miembro electo del Consejo Escolar y portavoz de la Asociación de Filósofos de Extremadura. Ha impartido clases en el Master del profesorado en la UAM y coordina las Jornadas anuales de Didáctica de la Filosofía en Extremadura. Es colaborador habitual en prensa y radio, en donde dirigió el programa de RNE “Diálogos en la caverna” y coordina el proyecto de filosofía para niños en Canal Extremadura Radio. Es autor de varios blogs de divulgación de la filosofía, entre ellos http://filosofiacavernicolas.blogspot.com.es

Francesc Llorens: Filósofo y profesor de filosofía en secundaria. Doctor en Educación y Tecnologías de la Información. He impartido docencia en multimedia y pedagogía digital en la Universidad de Alicante y la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Autor del libro ‘Postecnología: el final del sueño’ y ultimando uno nuevo sobre las relaciones entre filosofia, capitalismo, tecnología y educación

La función de la dialéctica en el proyecto político de Platón

Platón expone en la «Carta VII» las convulsiones políticas de la Atenas de su época: la guerra contra Esparta, el cruel gobierno de los 30 Tiranos, la restauración democrática, la injusta condena de su maestro Sócrates, etc. Estos acontecimientos le llevaron a replantearse de que todos los Estados estaban mal gobernados y de que los males de la humanidad no tendrían remedio hasta que los gobiernos estuviesen en manos de los filósofos. Por ello mismo, el tema de la siguiente redacción nos obliga a preguntarnos sobre el papel que juega la dialéctica en este proyecto político. Pero antes de nada, habría que hacerse cuestiones como: ¿Qué papel juega la educación en el proyecto político? ¿Qué función cumple la dialéctica en el programa educativo de Platón? Responder a estas cuestiones llevará a exponer los presupuestos ontológicos y epistemológicos sobre los que se sustentan tanto la educación como la política de Platón.

Platón, considera que solo la filosofía puede ofrecer una visión adecuada de lo justo y lo bueno, siendo esto imprescindible para que los gobernantes se conduzcan recta y sabiamente, pues de esta manera encaminan el Estado hacia la justicia, la felicidad y la armonía. Por ello mismo, Platón rechaza la democracia, pues al basarse de que cualquiera está capacitado para dirigir el destino político del Estado, se trata de un sistema nefasto. Por lo que pone como gobierno ideal una especie de aristocracia o gobierno de los mejores, pero lo mejores en saber y virtud; solo un gobierno así puede ponernos a salvo de la incompetencia, de los abusos y de la ambición de los gobernantes corrientes.

Para conseguir este sistema de filósofos-gobernantes, es de suma importancia el papel que juega la educación en esta propuesto. Es el Estado el que debe educar en la filosofía y en otras disciplinas a los futuros gobernantes. Para ello deben elegirse las mejores naturalezas, aquellas que poseen dotes naturales para el estudio y destaquen de forma natural en virtud.  La educación consistirá en lograr que estas naturalezas se encaminen hacia el conocimiento de lo verdadero, de lo bueno y de lo justo, apartándose de lo sensible. Para entender esta última parte, es necesario hacer referencia a la Teoría de las Ideas, la cual constituye el núcleo fundamental de la filosofía platónica.

Dicha Teoría afirma que, aparte de las realidades sensibles, cambiantes, materiales y sometidas al nacimiento y la muerte, existen ciertas realidades superiores, ingénitas e imperecederas, inmutables, inmateriales, abstractas, indivisibles, accesibles solo a la inteligencia, y que constituyen las esencias de las cosas sensibles y los paradigmas ideales que las cosas sensibles copian, esto recibe el nombre de «Ideas». Solo de ellas puede haber conocimiento  verdadero (Epsiteme), mientras que de la otra realidad sensible, tan solo puede haber simples opiniones (doxa). Las Ideas se encuentran dentro de un sistema gradual en cuya cima está la «Idea de Bien en sí». De esta manera, defenderá la existencia de ciertos valores éticos y estéticos objetivos, inmutables y eternos cuyo conocimiento es indispensable para que sirva al gobernante de guía en el gobierno de la ciudad.

En este punto es donde entra en juego la dialéctica. La dialéctica es el saber acerca de las Ideas y sus relaciones, el conocimiento de las esencias eternas e inmutables de las cosas, cuyo término final es la visión del Bien en sí , siendo esta el fundamento de todo lo real y la expresión suprema del orden racional que gobierna el mundo. Sin embargo, la dialéctica requiere una preparación previa en el cultivo de las matemáticas, las cuales constituyen el preludio. Así mismo, Platón distingue entre dialéctica ascendente y dialéctica descendiente. La primea representa el camino que lleva al alma desde las cosas más simples de los objetos matemáticos hasta la más perfecta Idea de Bien, valiéndose del poder dialéctico de la razón, de argumentos y refutaciones. Por otra parte, la dialéctica descendente  consistirá en la aplicación del conocimiento alcanzado acerca de lo inteligible y eterno, al mundo de lo sensible, y en particular al ámbito político. Una vez contempladas la Idea de Bien y las restantes Ideas, e filósofo debe ocuparse de los asuntos humanos y asumir la dirección política de la polis. Este proceso se ve muy bien reflejado en el «Mito de la caverna», en el camino que recorre un prisionero liberado del interior de la caverna hasta que sale al exterior de la misma, y culmina con la visión del sol (representación metafórica de la Idea de Bien); y la vuelta de dicho prisionero liberado, una vez visto el mismo sol, al mundo de las sombras en el que viven sus antiguos compañeros de prisión.

En conclusión, Platón rechaza la democracia y otras formas de gobierno y propone le gobierno de los mejores en virtud y en saber. Esta propuesta política se completa con un ambicioso programa educativo que persigue como objetivo final formar a ciertos individuos capaces de gobernar sabia y rectamente. Y este conocimiento es el que nos proporciona la ciencia dialéctica, la ciencia suprema.

La matemática y el proyecto político de Platón

Antes de meternos de lleno al tema de la matemática y su relación con el proyecto político platónico, cabe cuestionarse previamente las siguientes cuestiones: ¿Cuál es el papel que juega la educación en general en este proyecto? ¿Qué relación hay entre política y educación?

En la «Carta VII» Platón expone su filosofía política, que debido a las circunstancias de la la época, considera que solo los males de la humanidad no tendrían remedio hasta que los gobernantes fueran filósofos, pues estos conocedores de la verdadera filosofía, tienen conocimiento adecuado de lo que es justo y bueno.

Platón considera que existen realidades o ideas objetivas, y entre esas realidades se encuentran los valores éticos y morales, como la Justicia en sí, el Bien en sí,… y es el gobernante el que debe conocerlo, pues estas ideas deben servirle de guía para el buen gobierno del Estado. Por ello, la educación de los futuros filósofos-gobernantes juega un papel esencial en este proyecto político, cuyo objetivo no sera otra que, alcanzar el conocimiento de las Ideas, sobre todo, la Idea suprema de Bien. Pero, ¿cómo conseguir el objetivo que plantea la educación? Las matemáticas. Estas al menos cumplen dos funciones:

  1. Obliga al alma a hacer uso de la inteligencia para alcanzar la verdad en sí, es decir, el conocimiento de las Ideas, las cuales son indispensables para el buen gobierno de la polis. Esto es así, porque las distintas disciplinas de las matemáticas (aritmética, geometría bidimensional y tridimensional, astronomía y armonía) estimulan la inteligencia y el pensamiento, de esta manera, hacen que el alma se despegue de lo sensible y se eleve hacia lo conceptual y abstracto.
  2. Refleja el mito de la caverna y el símil de la línea. En el primero, las matemáticas suponen un tránsito de la oscuridad a la luz, de la opinión al conocimiento y de lo sensible a lo inteligible, este paso no puede realizarse bruscamente, pues la luz acabaría cegándonos. Por ello mismo, la función que cumplen las matemáticas en la educación del filósofo-gobernante, es hacer que su alma se adapte progresivamente a la verdad y a la luz.
    Por otro lado, en el símil de la línea, al igual que las Ideas, los entes matemáticos pertenecen al género de lo inteligible, aunque estas se sitúan en un nivel inferior al de las Ideas, resultando ser un «preludio» de la dialéctica, el saber último que interesa al filósofo y al político.  Pero las matemáticas tiene importantes limitaciones, como es su método, que parte de hipótesis de las que el matemático no da cuenta, considerándolas así como solo pensamiento y no como conocimiento.

En conclusión, para Platón para que el Estado pueda ser salvado, se necesita de una Educación adecuada de los que en el futuro han de gobernarlo. Siendo esta orientada al conocimiento de los valores morales eternos y objetivos que han de servir de guía para el buen gobierno del Estado. Así pues, las matemáticas cumplen una función propedéutica, donde orientan, preparan y entrenan el alma antes de dedicarse a la ciencia más elevada, la Dialéctica, y será esta la que permitirá la contemplación de las Ideas innatas mismas y, finalmente, de la Idea de Bien, cuyo conocimiento resulta imprescindible para el buen gobierno del Estado.