Filocafé: ¿Sabemos reconocer el fascismo hoy?


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Aristóteles decía que el ser humano es un <<animal político>. El ser humano necesita de la sociedad para realizarse humanamente. La relación social y el diálogo son necesarias entre los individuos para resolver las diferencias, las divergencias y, en ocasiones, los conflictos. Una de las funciones principales de la política es establecer un puente para comunicarnos y asentar con solidez el que sea posible el sentido del vivir y la conformación del Estado. En el siglo XX el fascismo apareció como precisamente la imposibilidad de la política. El estado totalitario suprimió toda actividad política del ser humano. Extrajo de raíz nuestra condición humana.

El ejercicio del poder y su permanente riesgo de corrupción o conflictos de intereses entre los grupos dirigentes plantean problemas de difícil solución, como podemos contemplar en las democracias contemporáneas. Surge desconfianza por parte de los ciudadanos en los políticos, existe una falta de neutralidad y veracidad en la información de los medios de comunicación, promesas electorales que después no se cumplen,… ¿Puede basarse la política en algo más que en interés?

Aparecen nuevas formas políticas en el siglo XXI que incorporan elementos de extrema derecha y que se dirigen a las clases trabajadoras. El populismo desconfía de la democracia liberal y postula por una democracia directa del pueblo. Esto cuestiona el sistema democrático y los valores heredados de la Ilustración y la Revolución francesa <<Libertad, Igualdad, Fraternidad.>> ¿A qué se debe el auge de la extrema derecha en las últimas décadas?

¿Existe el peligro a un retorno de los fascismos? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de fascismo? ¿Vivimos en una democratización del totalitarismo?


Bibliografía recomendada:

Hobbes, T. Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil.

Arendt, H. Los orígenes del totalitarismo. Alianza editorial.

Eco, Umberto. Contra el fascismo. Lumen

Stanley, J. Facha. Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida.  Blackie Books, 2019

Payne, S. G. El fascismo. Alianza Editorial.

Educación, ¿fin del populismo?

Tras varias semanas desde el asalto al Capitolio por una minoría que no ha querido aceptar el resultado electoral, por el cual han votado millones de personas, hay varios aspectos que nos han contrariado.

Como ciudadanos todos tenemos el derecho de manifestarnos e incluso de comenzar una revolución si disponemos de la fuerza necesaria. Pero, ¿es legítimo un asalto que humilla a la mayoría del voto americano? ¿Cuándo se deberían censurar ciertos discursos? ¿Reside la responsabilidad en la población o en aquellos que los formulan? Cabe preguntarnos cómo nos sentiríamos si fuésemos un votante conservador estadounidense y nuestra imagen fuese diezmada a los que acudieron al Capitolio. Quizás sentiríamos impotencia por cómo nuestras ideas son representadas irrespetuosamente por una minoría; cómo estos las machacan y reducen a un común denominador para protegerse a sí mismos de una realidad inminente; y creo que nos sentiríamos desolados al ver todo aquello en lo que hemos creído y con lo que hemos crecido reducido a un burdo asalto.

Obviamente, como participantes de un sistema democrático en el que existe cierta libertad de expresión no debemos censurar ciertos discursos, pero sí debemos juzgar aquellos actos que insultan a la mayoría e intentan coartar su libertad de expresión. La polarización que cada vez sufren más países democráticos como EEUU o incluso España, es fruto del populismo y la generalizada falta de interés por el compromiso político-social. Y estos solo pueden ser frenados si cambiamos la base de la cual partimos todos los ciudadanos: la educación.

Si forjásemos nuestra sociedad en una educación que nos enseñase cómo funciona el sistema y cómo podemos protegernos de él mediante un espíritu crítico, el populismo y el constante miedo de los ciudadanos a ser engañados por una ideología demasiado avariciosa con sus propios intereses caería por su propio peso; ya que esto crearía cierta defensa crítica que no nos llevaría a respaldarnos en teorías conspirativas, ni a dejarnos arrastrar por las masas, sino que confiaríamos plenamente en nuestra razón. Por consecuente, no solo hablaríamos de acabar con el populismo, sino de crear ciudadanos lo suficientemente capacitados para interesarse (e incluso participar) en crear un compromiso social que hasta pueda llevarlos a participar en actividades políticas. De forma que todos estarían interesados en llegar a acuerdos sociales que les beneficiasen, no solo a ellos, sino también a sus vecinos.

Definitivamente, una base educativa sólida acabaría con las técnicas populistas. Ya que una población que cuente con el suficiente compromiso social, no se dejaría manipular por un líder al que algún día creyeron inconscientemente, arrastrados por las masas y palabras vacías, porque nunca creerían ciegamente en nadie. Nunca se revelaría contra la elección mayoritaria de sus vecinos a pesar de su desacuerdo con estos; simplemente aceptaría la decisión de la mayoría, se apartaría para analizar el transcurso de los años con cierto espíritu crítico… y quizás aprovecharía las próximas elecciones para velar por el bienestar social a su manera.

¿Podría una educación sólida en valores cívicos acabar con el populismo, o más bien se trataría de una utopía más?