Los crímenes de Oxford

De lo que no se puede hablar, mejor hacer silencio”, tal como dice el enunciado de Wittgenstein varias veces repetido en el film por uno de sus protagonistas principales.

Elijah Wood le da vida a Martin, un joven norteamericano, estudiante de lógica y matemáticas que llega a Oxford para terminar sus estudios de doctorado bajo la tutela del profesor Arthur Seldom (John Hurt).

«¿Podemos conocer la verdad?» El calado filosófico de la cuestión que plantea Seldom es innegable. Inspirado en la filosofía de Wittgenstein especialmente a su obra Tractatus logicus philosophicus, comienza un continuo de proposiciones que va desencadenando la idea de la realidad y del mundo a partir de hechos, y la relación entre lenguaje y pensamiento.

Varios son los momentos de la película en la que se producen discusiones entre Martin y Seldom respecto las certezas matemáticas y las certezas empíricas. Así mismo, la posición de Martin puede relacionarse en mayor medida con el realismo platónico y pitagórico sobre la existencia de los números y las ideas abstractas, en contra, la postura de Seldom, que se muestra mucho más escéptico ante esta postura.

La película, no únicamente se centra en problemas lógicos y epistemológicos, sino que emergen cuestiones y dilemas morales.

La historia de Los crímenes de Oxford parece mostrar que sí, que las preguntas filosóficas sobre la verdad y la muerte pueden abordarse desde proposiciones del entendimiento lógico.

De lo que no se puede hablar, mejor hacer silencio”, tal como dice el enunciado de Wittgenstein varias veces repetido en el film por uno de sus protagonistas principales.

 

Fuente: Tras las pistas filosóficas

Invictus

La historia de un país puede quedar escrita por sus eficaces relaciones políticas, económicas, sociales y culturales, pero si por encima de todo ha existido una política humana y emocional promotora de conciencias y sensibilidades, ese país marca la diferencia por ser capaz de vencer obstáculos, actitudes negativas, creencias erróneas y antivalores desde dentro de cada ser, desde la conciencia de cada ciudadano, tal y como lo hizo Nelson Mandela.

La película Invictus, no es más que, un claro ejemplo de regeneración y reconstrucción que tienen valores tan universales como el perdón, la reconciliación y la inspiración.

Basada en hechos reales, Clint Eastwood (el director de la película) construye un alegato a la capacidad de reconstrucción de las relaciones sociales que tienen el sentimiento y ejercicio de una reconciliación tolerante y comprometida.

Una película centrada en el Nobel de la Paz, Nelson Mandela, con una trama argumental sencilla, se logra una inmediata y profunda identificación del espectador con el personaje. El director conduce y relaciona una complicada relación socio-política, como es lo que marca el final del «Apartheid», con las relaciones humanas, las cuales se imponen al trasfondo racial de la historia.

Se trata de una película que muestra cómo el perdón es más poderoso que cualquier arma nuclear.

 

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