Perspectivismo: la filosofía de Ortega y Gasset

¿Te has preguntado alguna vez por qué un mismo acontecimiento puede experimentarse y verse de forma diferente? ¿Y por qué podemos comprender un mismo objeto desde muchos puntos de vista diferentes? Ésta es una pregunta que ha fascinado a los filósofos desde el principio del pensamiento.

Ortega y Gasset (1883-1955) fue uno de los grandes nombres de la filosofía española del siglo XX. Contemporáneo de Sartre, Heidegger y otras figuras importantes del movimiento fenomenológico, es conocido sobre todo por sus escritos sobre la búsqueda de la Verdad y la estructura adecuada de la existencia humana. Sus famosos libros «Meditaciones sobre el Quijote» y «La rebelión de las masas» han configurado de forma innovadora el pensamiento y la literatura española e internacional. Su filosofía, denominada «Razón Vital», se centra en la experiencia existencial de la vida como nuestro compromiso más importante. Su teoría del Perspectivismo es uno de los fundamentos de su obra filosófica

La propia palabra procede del latín «perspicuamente», que significa «claramente». En sentido estricto, el Perspectivismo es la doctrina que afirma que el mundo siempre se ve y se comprende con claridad sólo desde un ángulo o perspectiva determinados. Por ello, la forma en que interpretamos el mundo es siempre subjetiva, y nunca puede ser objetiva. Incluso algo tan elemental como el significado de una palabra viene determinado por nuestra perspectiva, y las distintas perspectivas del mundo siempre ven y entienden las cosas de forma diferente. Comprender y elegir sabiamente entre distintas perspectivas es, por tanto, una de las tareas más difíciles para el ser humano.

En El tema de nuestro tiempo , Ortega defiende el perspectivismo alegando que el sujeto no es un medio transparente, ni idéntico e invariable en todos los casos (no existe el pretendido racionalista de un punto de vista “supraindividual”). Con sus propias palabras, el sujeto, es más bien un «aparato receptor» capaz de captar cierto tipo de realidad y no otro.

Pero, ¿cuáles son los principios básicos del perspectivismo de Ortega y Gasset? Hay tres elementos principales que conforman el marco de esta teoría:

1. El Perspectivismo. Naturaleza existencial y subjetiva de la comprensión y la valoración

Según Ortega y Gasset, nuestra comprensión del mundo siempre está moldeada por nuestra existencia y nuestra vida única. Todo lo que vemos y comprendemos procede de perspectivas creadas por nosotros mismos, y siempre está ligado a nuestros valores, creencias y emociones personales. Por ello, siempre somos subjetivos en nuestro juicio y nuestros valores, y la comprensión objetiva del mundo siempre es imposible. Esto significa que siempre tenemos que elegir qué perspectiva es más valiosa para nosotros y más coherente con nuestra comprensión del mundo. Ortega y Gasset considera esto como una condición necesaria para que experimentemos plenamente el valor de nuestra existencia.

2. La necesidad del diálogo y la razón

El hecho de que siempre seamos subjetivos no significa que siempre seamos irracionales. Ortega y Gasset cree que ser perspectivista no anula la necesidad del diálogo y la razón. Al contrario, el perspectivismo nos exige respetar y comprender los diferentes puntos de vista, escuchar a los demás y crear conflictos de ideas. Según Ortega y Gasset, siempre tendremos que buscar la razón de nuestros juicios y las implicaciones de nuestras perspectivas. En este sentido, la acción dialéctica es la contrapartida necesaria del Perspectivismo.

3. La necesidad del arte como camino hacia el conocimiento

Esto hace que el conocimiento como perspectivista sea necesariamente incompleto y esté sometido a una revisión constante, lo que exige una gama mucho más amplia de enfoques narrativos, incluidos los que se experimentan típicamente a través de la literatura, el teatro y el cine. Son las formas artísticas de experiencia las que pueden acercarse a la esencia de los rasgos y elementos que permiten una comprensión más plena y rica, para alcanzarla

La realidad es sin embargo múltiple, no existe un mundo en sí mismo, existen tantos como perspectivas; y cada una de ellas permite una verdad: la verdad es aquella descripción del mundo que sea fiel a la perspectiva.

Ortega y Gasset

El perspectivismo tiene múltiples implicaciones para nuestra comprensión del mundo y nuestra interacción con él. Según Ortega y Gasset:

– Tenemos que aceptar la existencia de múltiples perspectivas -todas legítimas e igualmente valiosas, – sacrifica nuestra gran concepción omnisciente y objetiva de la verdad,
– Cada juicio forma parte de un punto de vista particular y tiene que entenderse en su contexto,
– Tenemos que aceptar que nuestra comprensión del mundo siempre será subjetiva, y
– Tenemos que respetar las perspectivas de los demás y tenemos que animarles a argumentar, comparar y discrepar.

El mundo es complicado, y nuestra comprensión del mismo siempre será limitada. El Perspectivismo de Ortega y Gasset nos enseña que a lo que debemos aspirar es a una comprensión más completa de las múltiples perspectivas que conforman nuestra realidad. Esto, combinado con la aceptación de la necesaria subjetividad de nuestro conocimiento, puede otorgarnos la humildad, el respeto y la esperanza de vivir nuestras vidas de un modo más pleno. Por tanto, todos debemos ser perspectivistas. Pero precisamos de una idea de razón que sea capaz de recoger las dimensiones perspectivísticas de la realidad, y para ello no nos sirve la razón físico-matemática del racionalismo; se hace necesario un nuevo concepto de razón; y esta será la “razón vital”.

 “La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces
[…]
La verdad, lo real, el universo, la vida –como queráis llamarlo– se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido ser fel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo. Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios (...). Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles. La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales.”
(El Espectador, I. Verdad y Perspectiva).


Yo soy yo y mi circunstancia

A partir de su concepción de la vida como realidad radical, Ortega perfila una idea de autodesarrollo unida al reconocimiento de límites, pues la realización de uno mismo no es posible sin el reconocimiento y aceptación de los límites de nuestra circunstancia y de nuestra perspectiva, condición para llegar a ser más grande que esa realidad que nos impone límites y poder superarla. Solo bajo esta condición es posible realizar ese perfeccionamiento de la propia vida individual que ella misma lleva como potencialidad dentro sí.

La famosa tesis orteguiana «yo soy yo y mi circunstancia» la encontramos ya en las Meditaciones del Quijote de 1914, y desde entonces forma parte característica de su filosofía.

“El yo de cada ser humano elige diversas posibilidades de ser”

Ortega y Gasset “Historia como sistema, VII”
Imagen de Brian Merrill en Pixabay

¿Cuáles son, según Ortega, los componentes de la circunstancia?

  1. La circunstancia es el mundo vital en el que se halla el sujeto e incluye el mundo físico y todo el entorno que aparece en la vida (cultura, historia, sociedad,…). Este es el aspecto más sencillo de su descripción. Es todo lo que el yo encuentra dado: el haber nacido y tener que vivir en un momento histórico, una nación, una familia determinada. Pero en muchos textos también incluye en la circunstancia el cuerpo y la mente o alma del propio sujeto. La razón de esta inclusión es que nosotros nos encontramos con nuestro cuerpo y nuestras habilidades, capacidades psicológicas e incluso con nuestro carácter como algo ya dado, con algo que puede favorecer o ser un obstáculo para nuestros proyectos, del mismo modo que el resto de las cosas del mundo. Es la circunstancia la que define el horizonte de mi vida, y no yo quien la elijo. Por eso se puede decir que la circunstancia tiene el carácter de un destino real e inexorable.

  2. El yo se forma en su encuentro con el mundo. No es cierto que primero nos encontremos a nosotros y después al mundo: Mi yo se va formando en su encuentro con el mundo y a partir de sus reclamaciones. Mundo es lo que hallo frente a mí y en mi derredor, lo que para mí existe y actúa, Esta integración del yo con su circunstancia no es una mera referencia intencional, ni un simple coexistencia, sino una mutua pertenencia, solo desde la cual tienen sentido cada uno de los términos. Es decir, para Ortega, al circunstancia no es solo un conjunto de objetos y sucesos frente al yo sino la parcela de mundo cuyo centro soy yo

  3. El mundo no es una realidad independiente del yo: El mundo es lo que yo advierto, y tal y como yo lo advierto. El «ser primario» de las cosas es su ser en relación con la vida, su servicio o posibilidad de manipulación, su ser vivido. El error del pensamiento tradicional es que hace abstracción de este ser primario y considera que las cosas pueden existir aunque yo no me ocupe de ellas, no las atienda.

  4. Desde el punto de vista del yo y de la vida, de nuestra vida, la categoría fundamental es la del futuro (la vida es futurición), pero desde el punto de vista de la circunstancia es más importante la categoría temporal del pasado y más aún la del presente, la del ahora: en el presente decidimos nuestro futuro, pero para realizarlo tenemos que contar con el pasado.

  5. La tesis del carácter esencial de la circunstancia lleva también al perspectivismo: no podemos superar nunca nuestra circunstancia, ponernos fuera del punto de vista que corresponde a nuestra época; lo que queremos, lo que pensamos, está determinado por la circunstancia.
<<Hemos de buscar a nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo. No detenernos perpetuamente en éxtasis ante los valores hieráticos, sino conquistar a nuestra vida individual el puesto oportuno entre ellos. En suma: la reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre.

[...] Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona solo a través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo. La ciencia biológica más reciente estudia el organismo vivo como una unidad compuesta del cuerpo y su medio particular: de modo que el proceso vital no consiste solo en una adaptación del cuero a su medio, sino también en la adaptación del medio a su cuerpo. La mano procura amoldarse al objeto material a fin de apresarlo bien; ero, a la vez, cada objeto material oculta una previa afinidad con una mano determinada

Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo>>.

Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote
Imagen de Anja en Pixabay

«Todos los organismos vivos están en estrecha relación con su medio»



La función de la dialéctica en el proyecto político de Platón

Platón expone en la «Carta VII» las convulsiones políticas de la Atenas de su época: la guerra contra Esparta, el cruel gobierno de los 30 Tiranos, la restauración democrática, la injusta condena de su maestro Sócrates, etc. Estos acontecimientos le llevaron a replantearse de que todos los Estados estaban mal gobernados y de que los males de la humanidad no tendrían remedio hasta que los gobiernos estuviesen en manos de los filósofos. Por ello mismo, el tema de la siguiente redacción nos obliga a preguntarnos sobre el papel que juega la dialéctica en este proyecto político. Pero antes de nada, habría que hacerse cuestiones como: ¿Qué papel juega la educación en el proyecto político? ¿Qué función cumple la dialéctica en el programa educativo de Platón? Responder a estas cuestiones llevará a exponer los presupuestos ontológicos y epistemológicos sobre los que se sustentan tanto la educación como la política de Platón.

Platón, considera que solo la filosofía puede ofrecer una visión adecuada de lo justo y lo bueno, siendo esto imprescindible para que los gobernantes se conduzcan recta y sabiamente, pues de esta manera encaminan el Estado hacia la justicia, la felicidad y la armonía. Por ello mismo, Platón rechaza la democracia, pues al basarse de que cualquiera está capacitado para dirigir el destino político del Estado, se trata de un sistema nefasto. Por lo que pone como gobierno ideal una especie de aristocracia o gobierno de los mejores, pero lo mejores en saber y virtud; solo un gobierno así puede ponernos a salvo de la incompetencia, de los abusos y de la ambición de los gobernantes corrientes.

Para conseguir este sistema de filósofos-gobernantes, es de suma importancia el papel que juega la educación en esta propuesto. Es el Estado el que debe educar en la filosofía y en otras disciplinas a los futuros gobernantes. Para ello deben elegirse las mejores naturalezas, aquellas que poseen dotes naturales para el estudio y destaquen de forma natural en virtud.  La educación consistirá en lograr que estas naturalezas se encaminen hacia el conocimiento de lo verdadero, de lo bueno y de lo justo, apartándose de lo sensible. Para entender esta última parte, es necesario hacer referencia a la Teoría de las Ideas, la cual constituye el núcleo fundamental de la filosofía platónica.

Dicha Teoría afirma que, aparte de las realidades sensibles, cambiantes, materiales y sometidas al nacimiento y la muerte, existen ciertas realidades superiores, ingénitas e imperecederas, inmutables, inmateriales, abstractas, indivisibles, accesibles solo a la inteligencia, y que constituyen las esencias de las cosas sensibles y los paradigmas ideales que las cosas sensibles copian, esto recibe el nombre de «Ideas». Solo de ellas puede haber conocimiento  verdadero (Epsiteme), mientras que de la otra realidad sensible, tan solo puede haber simples opiniones (doxa). Las Ideas se encuentran dentro de un sistema gradual en cuya cima está la «Idea de Bien en sí». De esta manera, defenderá la existencia de ciertos valores éticos y estéticos objetivos, inmutables y eternos cuyo conocimiento es indispensable para que sirva al gobernante de guía en el gobierno de la ciudad.

En este punto es donde entra en juego la dialéctica. La dialéctica es el saber acerca de las Ideas y sus relaciones, el conocimiento de las esencias eternas e inmutables de las cosas, cuyo término final es la visión del Bien en sí , siendo esta el fundamento de todo lo real y la expresión suprema del orden racional que gobierna el mundo. Sin embargo, la dialéctica requiere una preparación previa en el cultivo de las matemáticas, las cuales constituyen el preludio. Así mismo, Platón distingue entre dialéctica ascendente y dialéctica descendiente. La primea representa el camino que lleva al alma desde las cosas más simples de los objetos matemáticos hasta la más perfecta Idea de Bien, valiéndose del poder dialéctico de la razón, de argumentos y refutaciones. Por otra parte, la dialéctica descendente  consistirá en la aplicación del conocimiento alcanzado acerca de lo inteligible y eterno, al mundo de lo sensible, y en particular al ámbito político. Una vez contempladas la Idea de Bien y las restantes Ideas, e filósofo debe ocuparse de los asuntos humanos y asumir la dirección política de la polis. Este proceso se ve muy bien reflejado en el «Mito de la caverna», en el camino que recorre un prisionero liberado del interior de la caverna hasta que sale al exterior de la misma, y culmina con la visión del sol (representación metafórica de la Idea de Bien); y la vuelta de dicho prisionero liberado, una vez visto el mismo sol, al mundo de las sombras en el que viven sus antiguos compañeros de prisión.

En conclusión, Platón rechaza la democracia y otras formas de gobierno y propone le gobierno de los mejores en virtud y en saber. Esta propuesta política se completa con un ambicioso programa educativo que persigue como objetivo final formar a ciertos individuos capaces de gobernar sabia y rectamente. Y este conocimiento es el que nos proporciona la ciencia dialéctica, la ciencia suprema.

José Ortega y Gasset: Vida y obra

ortega-y-gasset-1Filósofo y ensayista español del siglo XIX; nació y murió en Madrid (1883-1955). Nació en una familia madrileña acomodada perteneciente al círculo de la alta burguesía de la capital, por lo que cabe destacar que se crió en un ambiente culto, muy vinculado al mundo del periodismo y la política.

De 1898 a 1902 estudió Filosofía en la Universidad de Madrid y se doctoró en 1904 con una tesis sobre Los terrores del año mil (Critica de una leyenda). Tras doctorarse, en 1905 marchó a Alemania, donde estudió en las universidades de Leipzig, Berlín y Marburgo, en la que fue discípulo del filósofo neokantiano Hermann Cohen. Desde el 1910 fue catedrático de Metafísica de la Universidad de Madrid, donde impartió sus cursos hasta el 1936.

En 1902 Ortega inició su actividad de escritor: sus colaboraciones en periódicos y revistas, sus libros y sus conferencias. En 1923 fundó la Revista de Occidente. Su labor universitaria e intelectual dio lugar a la Escuela de Madrid, a la que estuvieron vinculados importantes pensadores, como Manuel García Morente, Xavier Zubiri, José Gaos, María Zambrano, José Ferrater Mora, Julián Marias y Pedro Laín Entralgo, entre otros.

Al estallar la Guerra Civil, Ortega abandonó España y viajó por Francia, HOlanda, Argentina, Portugal y Alemania, regresando a España en 1945. Durante estos años escribió sus obras más importantes, en las que se conjugan un pensamiento filosófico profundo con un estilo literario de gran belleza y claridad. Por otra parte, el interés de Ortega no se limitó a las cuestiones estrictamente filosóficas, sino que aplicó su punto de vista filosófico a los temas más variados: la literatura, el arte, la política, la historia y la sociología.

Entre sus obras más importantes destacan: Meditaciones del Quijote (1914), El espectador (1916-1934), España invertebrada (1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), Historia como sistema (1935), Ideas y creencias (1940), Apuntes sobre el pensamiento (1941), Estudios sobre el amor (1941) y otros escritos que se publicaron póstumamente.