Imaginemos a niños que se cuestionan sobre su manera de pensar, de razonar, de definir. Se comprende en estas cuestiones preocupaciones que tejen la historia de la filosofía. Desde este punto de vista, los niños y la filosofía miran en la misma dirección. No se tiene razón, decía Montaigne en sus Ensayos, de describir la filosofía inaccesible a los niños.
Desde sus orígenes, la filosofía ha proporcionado tradicionalmente la guía para el estudio de la discusión razonada, no solo tenemos que hablar con los niños sobre las diferencias entre nuestras concepciones y las suyas, debemos razonar con ellos. Los niños plantean una gran cantidad de increíbles cuestiones, marcando así el inicio del saber filosófico, y ellos mismos intentan llegar a las respuestas, de esta manera aprenden a pensar por sí mismos. Ellos son los protagonistas de su propio conocimiento. Ellos, los niños, nuestros hijos, quieren participar en la investigación y compartir la sensación de descubrir cómo funcionan las cosas.
¿Qué es lo que impulsó a Lipman a rediseñar la enseñanza de la filosofía para niños?, Es que él creía, como tantos otros filósofos, que esta disciplina puede ser un potente instrumento para la formación de un riguroso pensamiento, coherente, crítico, creador y atento. Desde sus comienzos, la filosofía siempre ha estado preocupada por la formación del pensamiento, a tal punto que muy pronto los filósofos han creado una subdisciplina, la lógica, cuyo mandato es el enseñar cómo un pensamiento puede ser articulado, coherente y lúcido.
Si la práctica de la filosofía puede ser de gran ayuda para la formación del pensamiento, es porque se apoya en el análisis de conceptos con ámbitos difíciles de definir, un análisis que, consecuentemente, nos impulsa a reflexionar. De esta manera, pensemos en las dificultades que existen al definir la justicia, la libertad, la felicidad, la vida, la muerte, los derechos, la belleza, por no citar más que estos ejemplos.
Verdaderamente, todos somos capaces más o menos de dar un sentido a estas palabras, pero cuando llega el tiempo de decir precisamente lo que es necesario comprender, las cosas no parecen tan sencillas. Es la ocasión de darse cuenta que los significados son múltiples y varían de una persona a otra. Es también el momento de tomar conciencia que, para la mayor parte, los conceptos filosóficos pueden contemplarse bajo el ángulo social, político, ético, lógico, estético incluso científico.
Los riesgos de la práctica de la filosofía para niños son importantes y numerosos. En realidad, no sería exagerado afirmar que los niños son la apuesta principal. La filosofía tiene mucho que ver con la felicidad de los niños, la felicidad de las personas. Esta felicidad, llega con la participación, la escucha, la acción la reflexión, y la puesta en marcha de instrumentos para poder cada vez mejor todos estos actos. Es en este sentido, principalmente, que la práctica de la filosofía es una práctica de la paz. Una práctica orientada por la preocupación de escuchar al otro, de comprender su punto de vista, de utilizar las palabras en lugar de los puños para hacer valer lo que nos parece importante.
La asignatura de Filosofía para Niños pretende retar a los niños a pensar, a pensar por sí mismos. Pero también persigue animar a los niños a que sean razonables, lo que exige proporcionar un modelo de coherencia y racionabilidad, por muy caóticas o complejas que puedan ser de hecho las mentes infantiles.
"El conocimiento es como un juego, cuando te pasas un nivel desbloqueas uno más grande y nunca sabes si te vas a pasar el juego. Nunca llegaremos a conocer donde se encuentra el final del conocimiento" Valeria, 8 años