A veces uno necesita reconciliarse con la razón, días en que le mundo se vuelve opaco y el alma se siente huérfana de conceptos abstractos, y anhelosa de armonía y claridad; es en este momento en el que volvemos a la filosofía.
No podemos ser la persona, ni el ciudadano, ni el lector, ni el escritor que deseamos ser sin la filosofía; sin esa lluvia de ideas, de palpito, de querellas intelectuales, ecos dialécticos que se filtran en nuestra inteligencia y en nuestro corazón, siendo necesario para enfrentarnos críticamente al mundo y, así, construir nuestra propia visión de la realidad. En la filosofía se encuentra la clave de nuestra salvación como personas libres, lucidas y mayores de edad -en el sentido Kantiano.
Siento pena por nuestro país, el cual sigue siendo un país de ignorantes a pesar de los aires de originalidad, progreso, regeneración… Un país atrasado. Quedando apenas una minoría ilustrada, siendo desaprovechada en masa, y donde existe una conjura para exterminarla.
Nuestros gobernantes, elegidos por el pueblo, un pueblo de ignorantes como diría Platón, persiguen las humanidades en las escuelas, en las ciencias y en la cultura, como si fuera una amenaza para la sociedad.
Necesitamos un gobierno de ilustrados, de filósofos, para que nos puedan defender de todos aquellos que desenmascaran los discursos baratos, tramposos, irracionales y ridículos, que hacen la mayoría de nuestros políticos.
Debemos devolver la filosofía a los ciudadanos.