Filo-café: Relativismo cultural


MATERIAL RECOMENDADO:

(material que será ampliado)

Derechos individuales y respeto de las culturas: https://es.unesco.org/courier/2018-4/derechos-individuales-y-respeto-culturas


La palabra cultura viene del latín colere, ‘cultivar la tierra’. Alude al cultivo de nuestras capacidades naturales e intelectuales para desarrollarse como seres humanos e impulsar el avance de la sociedad. El ser humano construye su entorno y lo culturiza, un entorno fabricado y modificado generación tras generación. La cultura es, por lo tanto, el conjunto de conocimientos, creencias, prácticas, valores, normales y, en suma, los modos de vivir y de pensar que unen a los individuos de una colectividad y que se puede sintetizar en el termino de civilización.

El relativismo cultural, desarrollado a principios del siglo XX, surge como una reacción ante el etnocentrismo, considerando que cada cultura tiene unos valores propios que están bien adaptados a su forma de vida. De esta manera cada cultura encuentra su razón de ser dentro de su propio contexto medioambiental e histórico, todas las culturas se justifican por sí mismas, son incomparables entre sí y todas son igualmente válidas. La actitud en la relación entre cultura, por ende, debería ser la tolerancia y el respeto mutuo.

¿Qué ocurre con ciertos actos culturales que vulneran los derechos humanos? ¿Se podrían juzgar desde un punto de vista universal? ¿Son tradiciones que debemos respetar? ¿Se debe separar el plano cultural del ético o deben permanecer unidos y ligados a la dignidad humana? ¿Cuál es papel del relativismo cultural ante el lugar común de la globalización?


BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:

Bueno, Gustavo. Etnocentrismo, relativismo y pluralismo cultural. Revista La Insignia, España, julio, 2002, p.5.

Harari, Yuval N. 21 lecciones para el siglo XXI, -Civilización-. Debate, 2018, pp 115-130

Mosterín, Jesús La cultura humana. Espasa Calpe, 2009

Gómez Pérez, Rafael. Iguales y distintos. Introducción a la antropología cultural. Ediciones Internacionales Universitarias (EIUNSA), 2001

El individuo y la sociedad

En las sociedades ancestrales, las relaciones que se establecían entre el individuo y la sociedad no solían tener problemas. Lo importante era la familia, el grupo, la tribu, era el individuo el que tenía que sacrificarse por la comunidad si fuera necesario. La obediencia y la sumisión eran normas del individuo.

Poco a poco, a causa de las grandes revoluciones de la historia, lo sociedad y el papel del individuo ha ido cambiando y con ello evolucionando; empezando desde el surgimiento de la democracia, ese momento en el que Clístenes liberó a Atenas de la tiranía e impulsó una reforma política radical que convirtió a su ciudad en la cuna de la democracia, hasta la Comuna de París, una revuelta por una democracia social que los ciudadanos de París iniciaron en 1871 y se convirtió en símbolo de la revolución universal, con un sueño entre sus insurgentes: «Una república democrática y universal», aunque se acabó convirtiendo en fuente de inspiración para los movimientos comunistas y anarquistas del siglo XX.

A raíz de las diversas revueltas, el individuo ha ido adquiriendo poder, importancia, el individuo en las sociedades occidentales se ha convertido en un ser totalmente individualista, lo que provoca, a fin de cuentas, falta de solidaridad. Gracias (o más bien no), el siglo XX se vio marcado por los movimientos totalitarios, volviendo al individuo a su estado natural, a su estado ancestral, es decir, lo valioso ya no eres tú como individuo, es el Estado, el pueblo, la nación, la raza o la religión.

Frente a los abusos y crímenes cometidos por estos totalitarismos, vuelve a surgir la importancia del individuo, vuelve a surgir una democracia que permite conjugar la libertad individual con el compromiso social. Surgen varias premisas, a final del siglo XX y principios del XXI, entre ellas, «todos tenemos los mismos derechos y elegimos». Aparece un nuevo individuo, un nuevo ciudadano, el cual puede liberarse de la servidumbre de la comunidad, tener derechos y deberes, participar en la vida pública, deja de ser un individuo despreocupado por el bien común de su propia comunidad (nacido tras el primer individualismo) …

Este último punto, el individuo que se libera de la servidumbre de la comunidad, de su comunidad, de su Estado-Nación, de su tribu, se libera para ser más individualista, se libera para pertenecer a una comunidad mucho más grande, a una mundial. Este nuevo individuo es un individuo cosmopolita. Abandona lo tradicional, lo clásico para adaptarse a los nuevos tiempos, a lo moderno, se adapta al desarrollo económico y tecnológico, donde todas nuestras acciones tienen consecuencias a escala global.

Es el individuo cosmopolita, el que firma su nueva «identidad», yo soy un ciudadano que pertenezco al mundo, por ello debo tratar a todas las personas como individuos de mi comunidad. Realmente, ¿ser individuos que pertenecen a una comunidad libre y global nos hace ser individuos libres e iguales? No, nos nos hace ser más libres e iguales ¿Hemos salido de la servidumbre de la comunidad, ahora global? No, no hemos salido de la servidumbre, sino que nos adentramos más en ella. ¿Las revoluciones han hecho que la democracia logre ese equilibrio para la mejor solución? NO, la democracia nos ha hecho ser unos individuos que pertenecen a una comunidad global. El individuo no pertenece a nadie salvo a sí mismo. No pertenece a una comunidad global ni particular. El individuo no es democrático. El individuo no lucha por la solidaridad. El individuo no respeta. El individuo es egoísta y grosero,… EL INDIVIDUO ES ENGAÑADO POR LA SOCIEDAD GLOBALvisa-estados-unidos-eeuu-usa-gestion-asesoramiento-tramite-593411-mla20532149409_122015-f