Marylin Monroe no murió el 5 de agosto … o Norma Jaene frente al espejo.

ÚNICO DESEO

Socorro, socorro, socorro.

Siento que la vida

me está acechando

cada vez más cerca

y yo lo único

que deseo

es morir.

Un día como hoy, con 36 años, Norma Jeane Baker perdía la vida en su casa por una sobredosis. Dada su biografía, lo más probable es que fuese un suicidio. Es por este motivo por el que es tratado en uno de los capítulos de la obra “Suicide in Modern Literature. Social Causes, Existential Reasons, and Prevention Strategies”. Una obra coral, cuya editora es Josefa Ros Velasco.

La lectura del capítulo escrito por Gail Shanley Corso nos invita a acercarnos a una figura que tuvo múltiples aproximaciones al suicidio. Al menos 2 veces antes de los 19 años, mediante el uso de gas y la toma de somníferos; salvada por una amiga en otro intento a los 24 años; tres intentos más durante su relación con Arthur Miller y otras 2 veces más en momentos próximos a su muerte.

La muerte de Norma Jeane ha sido motivo de múltiples especulaciones, desde las más realistas que la consideran puramente accidental, por sobredosis de pastillas y alcohol, o un suicidio, hasta las teorías de la conspiración más increíbles, que apuntan a un homicidio cometido por la mafia, (por su relación con Robert Kennedy, como fiscal general que acorralaba al sindicalista Jimmy Hoffa) o por la CIA (para ocultar su relación con John F. Kennedy, ante una activa política de integración afroamericana y una inacción militar frente a la crisis de misiles situados en el territorio cubano). También están los que cargan contra la industria de Hollywood.

Aunque seguramente alguna de esas especulaciones se ha aproximado mucho a lo sucedido, hay tantas que me he atrevido a ofrecer otra perspectiva que, aunque próxima a la idea ofrecida por André de Dienes en su libro Marylin, donde se huye de la joven ingenua que no sabe lo que quiere, mi propuesta pretende explorar, de la mano de María Zambrano, la difícil convivencia entre persona y personaje.

La infancia de Norma o la niña que nunca llegó a ser feliz.

SOLA

Sola. Estoy sola.

Siempre he estado sola,

pero hoy

ni siquiera me tengo a mí misma

para hacerme compañía.

Una de las fuentes de explicación del suicidio de Marylin Monroe es la infeliz infancia de Norma. Se trata con frecuencia de resaltar la carencia de figuras que le prestasen las atenciones y el cuidado que ayudan a tener una psique estable y equilibrada. Norma no conoció la identidad de su padre biológico. Además, fue separada de su madre que pasó la mayor parte de su vida en una institución psiquiátrica con esquizofrenia paranoide. Su abuela murió, de hecho, en un hospital mental, siendo la enfermedad psicológica una preocupación y una obsesión de Norma a lo largo de su vida.

En ausencia de referente alguno, creció carente de una relación de cuidado estable que le proporcionase la seguridad, el cariño y la confianza que favorecen la creación de vínculos sólidos y continuados en el tiempo con los otros. Norma fue continuamente desplazada desde su hogar con su madre, a casas de acogida y orfanatos. Se cuentan hasta 10 hogares distintos, en los que también encontraba en algunos casos a cuidadores que experimentaban enfermedades mentales.

A los 12 años, Norma afirmó haber sufrido una violación por parte de un cuidador, en uno de sus diferentes hogares de acogida. Nunca fue creída.

Y Norma se rebautizó Marylin o el nacimiento de la primavera.

ERA

Era joven,

era oscura

y sin embargo

por cualquier sitio que pasara

lo dejaba lleno de luz.

A los 16 años, Norma se casó con un vecino de 21 años con el fin de no ser internada en un orfanato. Vivió en la Isla Catalina, frente a las costas de Los Ángeles, en California. Trabajaba en una fábrica de material militar. Un fotógrafo enviado por las Fuerzas Aéreas para retratar a mujeres y levantar de esta forma la moral de las tropas destinadas en el pacífico, la descubre. La animó a ser modelo y la persuadió para alisarse y teñirse el pelo de rubio. Una estrella brillante empezó a brotar sobre Norma, la luz se abría paso sobre una vida oscura y rodeada de enfermedad.

Marilyn comienza a aparecer en la aspiración de Norma todavía como ensoñación, sin nombre. Comienza a formarse el deseo de ser modelo, comienza a disfrutar del placer de verse deseada en la mirada de los demás.

Es entonces cuando considero que esa persona, Norma, que ha sufrido tanto, pero que no por eso ha perdido su capacidad de desear ni la de valorar sus posibilidades de triunfar, empieza a creer en el personaje Marylin. Y hace todo lo posible para crearlo.  

Johnny Hyde, un agente de talentos de la industria cinematográfica, quedó fascinado por Norma, desconocida entonces. Junto con Ben Lyon, ejecutivo de la 20th Century Fox, le consiguió papeles secundarios en “La Jungla de Asfalto” y “Eva al desnudo”. Su repercusión fue definitiva para firmar un contrato con la compañía cinematográfica. Sería Ben quién, al ver el potencial de Norma, le renombró como Marilyn Monroe.

«Querido Ben, me encontraste, me nombraste y creíste en mí cuando nadie lo hizo.

Mi agradecimiento y amor por siempre. Marilyn»

La estrella nació. Marilyn Monroe había aparecido con una identidad de pureza blanquecina. Era una belleza rubia platino, con la piel tiznada de blancura, con un maquillaje que proyectaba un aspecto pálido y vulnerable. En contraste con ese blanco brillante, emergían en ella unos labios rojos y húmedos, una silueta marcada bajo una ropa entallada, con vestidos de corte bajo, acompañada de movimientos sensuales y un lenguaje corporal seductor. Norma comienza a quedar eclipsada, su identidad quedaba sometida a la imagen operante y funcional de Marylin asesorada por una industria con experiencia en la creación de personajes.

El Hollywood de la época dorada de los años 50 fue capaz de dotar a Norma de una luz tan poderosa que le permitía atraer a los hombres más influyentes de la sociedad. El star-system creado en los años 30, había alcanzado una alta sofisticación 20 años más tarde. Las estrellas tenían que actuar, vestir, hablar y vivir exactamente al dictado de las productoras cinematográficas. Eran personajes creados sobre personas reales.

El personaje de Marilyn tenía un nuevo atractivo que descansaba en la proyección de una debilidad mortecina, suave y tierna pero sensual, que no mostraba las necesidades de la mujer real. Una mujer-idea, de ensueño, una diosa sensual proyectada en la superficie de Norma. La esposa y madre ideal americana, dirá Gustavo Bueno.

Norma dejó paso a Marylin Monroe. Cabe pensar que la primera que se enamoró de Marylin fue Norma. Como Narciso, comenzó a desear a la persona que aparecía al otro lado del espejo. La imagen que apareció en pantalla fascinó tanto a hombres como a mujeres de la época. Marylin se convirtió en “la tentación que vive arriba” y alcanzó las dimensiones de una gran figura internacional del reino del espectáculo.

Marylin Monroe y Norma o la “Amiga Mágica del Espejo”.

Enamorada de ella, se entregó a su personaje, quizás sin conocer el precio que debía pagar, su aniquilación como persona, la desaparición por completo de Norma en favor de Marylin o puede que asumiendo dicho riesgo. Como cualquier enamorado, creyó que el sujeto de su amor era superior a sí misma. Seguramente, en múltiples ocasiones, Norma llegó a verse como algo a superar.

Difícil no engañarse ante el espectáculo que vio Norma desde Marylin. Qué sentía la joven Norma, que no lo había tenido fácil, mientras la sociedad americana admiraba a Marylin. En plena avenida Lexington de Nueva York, durante el rodaje de la escena del metro para la película dirigida por Wilder, Norma sintió las miradas de más de 5.000 personas. Era el mayor sex symbol de la época y disfrutó como Marylin de aquel baño lascivo de multitudes. Todos miraron a Marylin, ella miraba a Marylin en la mirada de todos. El ruido fue tan ensordecedor que el sonido de la escena quedó inservible y tuvo que volverse a rodar.

La época dorada de Hollywood, con sus paraísos artificiales, se metió en Norma, en forma de Marylin. Eso tendría cosas buenas, pero también incluía excesos de alcohol y drogas, que la convirtieron en una adicta al alcohol, a los analgésicos, sedantes y anfetaminas que circulaban en el mundo cinematográfico. Su necesidad de controlar o bajar de peso rápidamente, la medicación recetada contra la ansiedad y la incapacidad de dormir ante tales estimulantes, le obligaban a tomar barbitúricos. Los barbitúricos reducen las constantes vitales, pero tienen entre otros problemas, la tolerancia a las dosis. Cada vez se necesitan cantidades más altas de los mismos y esto genera un mayor síndrome de abstinencia. Su combinación con otro depresor del sistema nervioso, como es el alcohol, era un cocktail tan peligroso, que podía detener el movimiento respiratorio. Los cambios de humor, la inestabilidad, los temblores, las náuseas, las pesadillas, comenzaron a introducirse en la vida de Norma y a generarle una fuerte presión vital. Lo que Norma representaba como Marylin, repercutía en la salud mental de Norma.

Como en la película de Ingmar Bergman “Persona”, Norma se confundió con Marylin, pensó ser ella, y se entregó al placer de ser un personaje.

Persona y personaje o un alto en el camino.

Zambrano en su obra “Persona y Democracia” trata, entre otros temas, sobre el peligro que existe cuando una persona queda enajenada en un personaje.

La persona se degrada cuando queda atrapada en un personaje. Se produce la sustitución del rostro por una máscara inmóvil.

El rostro de la persona es la forma en la que da la cara el yo, una máscara capaz de liberar y expresar las transformaciones del yo, su fluir en el tiempo. El personaje, sin embargo, aparece en forma de máscara ficticia que impide al yo aparecer en el rostro. Priva al yo de una cara que dar hacia fuera. El interior queda fijado, atrapado en el personaje, que le impide salir fuera, aparecer con el natural fluir de su conciencia, sus pensamientos o su sensibilidad. El personaje impide así la moralidad y la humanidad de la persona, pues estas precisamente se apoyan en la libertad del yo de poder liberarse de los diferentes personajes que va interpretando.

El yo siempre va a necesitar máscara, persona, un rostro, (de la palabra griega prosopón, máscara de actor que pone al frente la cara del personaje representado, y del latín personare, que remite a una cavidad donde percutir y resonar la voz del yo) para poder tener una forma, imprescindible para relacionarse con los demás, para dar la cara ante los otros.

Pero hay máscaras ficticias que el yo forja para operar y funcionar en determinadas situaciones. En este sentido, la ficción forjada puede ser un útil que sirva para funcionar en determinados contextos y desarrollar así un personaje.

El problema reside en la petrificación de la máscara, en el enmascaramiento funcional hecho permanente, que no obedece ya a circunstancias transitorias y que podría acabar con la persona. Como si el útil se apoderara de quien lo utiliza.

Si la personificación sustituye a la persona, si esta llega a creer que es su personaje, a confundirse con él, como ineludible en sus relaciones sociales y en su transitoriedad temporal, la persona acaba perdiendo su libertad.

La persona se recupera al rescatarse de la máscara que se impone permanente. El yo queda salvado como persona cuando es capaz de controlar su personaje social que, si bien lo presenta públicamente dentro de una función determinada, no puede confundirse definitivamente con su identidad.

Si la persona fuera aniquilada por el personaje, si la representación ocasional acabara en una asimilación absoluta e hiciese desaparecer el yo que fluye en la persona, dicho personaje le haría perder la propia identidad. 

La rebelión de Norma, o la independencia de Marylin.

VERGÜENZA

Qué vergüenza tener treinta años

y ser una niña asustada.

Qué vergüenza que todos me miren

y tener ganas de llorar.

Qué vergüenza los periodistas

preguntándome cosas

y que yo no recuerde

ninguna de las cosas inteligentes

que aprendí para responderles.

Qué vergüenza esta máscara

de hermosa rubia tonta

que tapa mi verdadero rostro

de tonta rubia tonta.

Norma, poco a poco, comenzó a tomar conciencia de sí misma, de que no era Marylin y de que no podría deshacerse de ella. Consciente de haber sido cómplice de su uso y abuso, trata de recuperar la libertad, única manera de reconstruir su dignidad perdida.

Ya no se contenta con ser una rubia tonta. Mantuvo interés por personas brillantes intelectualmente, mostró inquietud y se acercó a la literatura y a la poesía, buscó una mayor credibilidad artística, necesitó ser considerada una artista de verdad, deseó ser madre y comenzó así a pugnar con el personaje que ella, la industria del cine, la moda y el espectáculo habían creado. Norma empezó a soñar con deshacerse de los co-creadores del personaje, contemplaba la idea de apropiarse de Marylin, ser ella ahora quien dijese lo que el personaje debía hacer, hacerla una máscara propia de Norma, impregnarla de sus pensamientos y su sensibilidad para recuperar así la libertad.

Esto casaría con las clases de interpretación a las que asistió en Nueva York, lejos de los focos de Hollywood, para tratar de sustraer a la industria su personaje fetiche y relanzar una carrera por sí misma. Incluso lo intentó con su productora, Marylin Monroe Productions; quería tomar el control.

Tras dos matrimonios, Norma se casó con Arthur Miller, quien mostró en varias de sus obras posteriores a la muerte de Marylin, la degradación y la destrucción de la dignidad a la que se entregó Norma; el borrado de la persona y su sustitución operativa; su secuestro por el icono sexual para la industria del espectáculo que era Marylin. Marylin era la película visible que aparecía ante los ojos del mundo entero y que ocultaban a Norma. Norma no debía ser vista, debía ocultarse al público. Marylin era todo aquello que los consumidores deseaban. Norma debía desaparecer en el objeto de consumo, en el producto, en el personaje determinado, fijado y permanente.  

Por otro lado los problemas de Norma continuaban. Durante su matrimonio con el dramaturgo, Norma sufrió tres abortos y su sueño de ser madre se alejaba. No fueron los únicos que había tenido durante su vida. Se cuentan hasta una docena de ellos.

Durante el rodaje de “El príncipe y la corista” salió a la luz el desprecio que Arthur Miller comenzó a tener hacia ella. “A menudo me avergüenza su modo de comportarse”. Se cansó de ella pronto. Norma se separó una vez más.

Se compró su primera casa y fijó de esta manera una residencia propia, un lugar donde poder ser ella misma. Norma, además, nunca desatendió las necesidades económicas derivadas de la atención de su madre. Veló por su cuidado más allá de su muerte, incluso, destinando parte de su herencia a todas las atenciones que necesitase en vida.

Joyce Carol Oates, en su novela “Blonde”, retrata mediante una ficción literaria la vida interior de Norma, sus miedos e inquietudes. En la obra, reconstruye a Norma más allá de Marylin, uno de los intentos literarios más potentes de tratar de rescatarla del absoluto poder del personaje. En este sentido, y bajo el relato que he ido trazando, llegamos a la conclusión. ¿Cómo murió Norma?

Cuando Marylin mató a Norma, o la sustitución definitiva.

NUNCA MÁS

No vuelvas a visitarme,

niñita sola y asustada,

no vuelvas nunca más,

no vuelvas cuando todos me miran,

cuando mi amor me abraza,

cuando cientos de manos

aplauden fervorosas

y cientos de ojos

me desean.

No vuelvas nunca más,

niña que nunca te has ido

de mi lado.

Marylin observaba a Norma buscando ayuda psicológica. Sus acercamientos a la muerte, provocaron su ingreso en una habitación antisuicidio durante días en una clínica siquiátrica. Su lucha por abandonar el personaje continuaba. Ante sus desequilibrios sicológicos, aceptó participar en una terapia de adopción que incluía la inmersión en la familia de un famoso psicoanalista, Ralph Greenson, para tratar de compensar las carencias que tuvo en su infancia. Esta terapia se completaba con hasta cinco horas de sesiones sicoterapeúticas diarias.

Pero Marylin no podía estar deprimida y seguía operando con independencia de Norma. Se arrastraban mutuamente, pero Marylin sabía que era la envidia de medio mundo. Era perfecta, era la diosa del deseo. Era el éxito, la máquina de hacer dinero de Hollywood más sofisticada de la época. Marylin era uno de los mayores triunfos de la industria de la publicidad y el marketing.

Llegó a lo más alto de la sociedad americana y entró en contacto con los hermanos Kennedy. Norma seguía viviendo la vida de Marylin. Marylin una vez más trastornaba y confundía a Norma, ocupaba su mirada y mostraba a Norma lo que todavía era capaz de hacer.

Pero sus desencuentros no se detenían y seguían operando. Marylin y Norma seguían compitiendo por ser completamente. La lucha de eliminaciones mutuas a través de los abusos de alcohol y fármacos llegó a su fin el 5 de agosto de 1962. Norma es encontrada muerta en su habitación, con 13 miligramos de Nembutal en el hígado, equivalente a 40 pastillas. Una ingestión lenta de hidrato de cloral y Nembutal, ambos bajo prescripción médica, combinada con alcohol, detuvieron su respiración.

Marylin sigue viva o cómo el star-system siempre gana.

Semanas después de la muerte de Norma, Marylin volvió a aparecer en la obra del artista Andy Warhol, “Díptico de Marylin” de 1962. La obra está compuesta por cincuenta imágenes de Marylin Monroe que replican con diferencias cromáticas una fotografía realizada para la promoción de «‘Niágara». Las 25 fotografías del lado izquierdo del díptico, con variaciones en colores brillantes, muestran la vitalidad y el esplendor de Marylin tras su muerte. En el lado derecho, otras 25 en blanco y negro completan la propuesta, como señal de su muerte misma.

Y si Andy Warhol intuyó de alguna manera que eran dos, que la que había muerto era Norma y que Marylin se había desprendido de Norma para hacerse por fin superficie brillante y eterna. Y si intuyó, como este texto quiere invitar a pensar, que fue Marylin quién mató a Norma, que el personaje mató a la persona. Y si Norma murió asesinada y Marylin fue su asesina.

Podemos culpar a Marylin, incluso pensar que seguramente habría sonreído sobre el cuerpo muerto desnudo de Norma y posado ante la prensa, a su dictado, pero como Zambrano nos recuerda, solo las personas son morales. Marylin era la suplantación absoluta de Norma, la sustracción del yo viviente, el personaje que vivirá hasta el final de los tiempos. Marylin fue eliminando por completo cualquier rastro de Norma, eliminándola con sus abusos de alcohol y fármacos, hasta el desenlace final, en el que se separó de su persona y quedó inmortalizada para siempre en la superficie animada y cromática de las películas, revistas, documentales, fotografías e imágenes que se produjeron y se reproducirán hasta el fin de los tiempos.

Agradezco a Alejandro y a Esther sus valiosas aportaciones al texto.

Miguel Ángel Mozún

Sociedad de Estudios en español de Schopenhauer (SEES)

Invitación a la lectura:

  • Ros Velasco, Josefa. Suicide in Modern Literature. Social Causes, Existential Reasons, and Prevention Strategies. Nueva York, Springer, 2021
  • Magic Friend, Beggar Maid and The Fair Princess, Method Actress and Loving Mother: Fantasies of Love, Loss, and Desire in Joyce Carole Oates’ Fictional Account of Norma Jeane’s Reality de Gail Shanley Corso.
  • Oates, Joyce Carol. Blonde. Traducción de Mª Eugenia Ciocchini. Alfaguara, 2021.
  • Zambrano, María. Persona y Democracia. La Historia Sacrificial. Anthropos, Editorial del Hombre. Barcelona, 1988. (Pág. 79)
  • de Dienes, André. Marilyn Monroe. Bibliotheca Universalis. Taschen. Colonia, 2002.

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